Disfrazada de mí

Esta mañana:

- Me he depilado las piernas, desde las ingles hasta el tobillo, teniendo especial cuidado detrás de las rodillas, que siempre queda algún vello anarquista.
- Me he rasurado el sexo, porque me gusta suave, porque me gusta tocarlo así. Porque me gusta que me lo toques.
- Me he depilado las axilas, porque me gusta acariciarlas, porque me gusta el hueco que forman en el que cabe justo un beso.
- Me he duchado con cuidado. Me he puesto crema. Me he perfumado de Armani.
- Me he acondicionado el pelo, me lo he peinado con mimo, ahora parezco más yo.
- He escogido el tono de sombra de ojos a juego con el vestido de verano verde que iba a ponerme. Un tanto brillante (un adjetivo contradictorio para una sombra de ojos), porque es verano, y en el verano me gusta un delicado toque de brillo en mis ojos.
- Me he puesto colorete en los pómulos. A juego con mi tono de piel, por supuesto.
- Me he puesto mi vestido. Entallado, aunque no ajustado. Sugerente, nunca evidente. Por supuesto sin ropa interior. Porque me gusta saber que estaré en una reunión de ejecutivos en la que quizás se manejen cifras importantes y yo estaré desnuda, desnuda debajo de un sutil vestido de verano.
- Me he puesto unos tacones de aguja. Nuevos, los estreno hoy. Son negros, de tiras finas y llevan una mariposa de brillantes falsos blancos, justo en el empeine.
- Me he puesto mi conjunto de pendientes y collar de cristales verdes combinados con color plata. Como la mariposa.

Y ahora, disfrazada de mí, salgo a la vida.