Las vidas de Ángela (2)
>> viernes, 25 de junio de 2010
- Qué te parece el vestido?
- Cuál?
- Ángela, por favor, habías venido a echarme una mano, no?
- Sí. Perdona. Tu hija está horrible. Parece un merengue.
- Tía Ángela, vete a la mierda.
- Jolines, Ángela, ese es tu concepto de echarme una mano?
- Prefieres que te mienta?. Niña, creo que eso de la mierda es pecado decirlo, y lo sé porque lo digo mucho.
Ángela había cometido el error de ofrecerse a ayudar a su amiga Julia. La niña, Aitana, una prepúber insoportable, iba a hacer la comunión.
- Y no podemos pasar de toda la parafernalia e ir al grano? Hay un convento, por aquí cerca, que venden ostias.
- Ángela, no sé si eres la persona adecuada para aconsejarme en esto de la comunión.
- Que sí, mujer, ya verás. Quedará divina.
Semiescondida, en una de las calles por las que habían paseado hasta llegar a la tienda, Ángela había visto una sex shop. Siempre tuvo curiosidad, pero no la suficiente para entrar.
Recordó la despedida de Clara:
- El próximo día, el juguete lo traes tú.
- Qué juguete?
- No tengo manías.
Debería hacer una visita a esa sex shop.
- Julia, cariño, y si de camino a casa nos paramos un momento?, tengo que hacer unas compras.
- Qué necesitas?
- Unos zapatos. He visto unos maravillosos en la tienda de la esquina. Creo que no puedo vivir sin ellos.
- La última vez que me paré contigo a comprar unos zapatos, tardaste cinco tiendas, ocho dependientes, siete “son los zapatos de mi vida”, y dos “tal y como me han tratado, aquí no compro nada”, en salir escopetada de la última, y, por supuesto, sin nada.
- Tenía la regla, y ya sabes que me pongo tensa.
- Como ahora, no?. Mira, me parece que Aitana y yo nos vamos, que la tengo que dejar en la catequesis, y tú haces tus cosas. Nos vemos esta noche, para cenar, en mí casa. Ah, pídele a Raúl que no olvide traer las pelis.
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