Letras en el Sahara, nace en la red y desemboca en el desierto

Su miedo

>>  viernes, 20 de noviembre de 2009


Todo empezó un día. Un día, en realidad, sin nada especial, si no fuera porque fue el día en que todo empezó.
Se levantó temprano, se ducho, se vistió y se tomó su café.
Al coger su maletín y el pomo de la puerta de salida, sintió un escalofrío. Una ventana abierta pensó. Es todo.
Abrió la puerta. La vida bullía ahí fuera.
Empezó a sentirse mal. Le faltaba el aire. La calle era mucho más grande que ayer, ¿es posible eso?
Miedo. Todo a su alrededor se había convertido en miedo.
El miedo no le dejaba ver, no le dejaba respirar, no le dejaba hablar. Pensó que el miedo siempre había estado ahí fuera. Una revelación, seguramente había sido una revelación.
Cerró la puerta. Se arrastró hasta el recibidor. Se acurrucó en el suelo. Justo en el rincón. Es parecido a un abrazo, pensó.
Abrió mucho los ojos mientras miraba su propio suelo. No quería cerrarlos. Si los cerraba volvería a ver el espacio abierto y, su miedo. Su miedo era sólido y gigante, como de hormigón. Su miedo le hacía oir los latidos de su corazón y le nublaba la vista, todo se movía a su alrededor y él sentía que ese mundo gigantesco se lo comería entero.
Cuando conoces tus demonios, no te libras de ellos, había leído una vez.
Se quedó en casa. Necesitaba pensar.

A partir de ahora, su miedo y él, lo sabía, compartirían existencia.
A partir de ahora, debería fingir, lo sabía, la mentira de la normalidad.

12 comentarios :

Neogeminis Mónica Frau 20 de noviembre de 2009, 14:09  

Esto que describes tan bien es un ataque de pánico. Lo conozco bien, tuve la desgracia de vivirlo en el verano y recién ahora estoy superándolo.
Doy fe que el sufrimiento llega a provocar dolores físicos.

Un abrazo!

Idoia Laurenz 20 de noviembre de 2009, 15:53  

Si me permites, añadiría: No quería cerrar los ojos, pero la noche llegaba. Y los ojos se cerraban sin quererlo. Y el miedo volvía en forma de sueño. Y se despertaba con su propio llanto. Y el corazón latía más fuerte. Y su cuerpo temblaba. Un beso

José Luis López Recio 20 de noviembre de 2009, 16:37  

Me parece perfectamente redactado.
Saludos guapa

Candela 20 de noviembre de 2009, 22:50  

Neo: Me alegra que estés mejor ahora guapa.

Euria: Me gusta. Y, no solo te permito, sino que me has dado una idea, le voy a dar forma y os la cuento.

Jose: Gracias.

Un beso a todos, chicos.

REBELDE 21 de noviembre de 2009, 13:57  

Sabes só tenho medo do medo Beijo!

Zayi Hernández 21 de noviembre de 2009, 21:54  

sólo quienes hemos vivido el miedo, conocemos los estragos que hace. Excelentemente relejado en tu relato.
Besitos linda.

El Traste Nº 27 22 de noviembre de 2009, 17:39  

Creo que lo que describes es la agrorafobia. Yo casi tengo más miedo a quedarme en casa que a salir a la calle. La calle me parece el mayor de los refugios.

Candela 22 de noviembre de 2009, 19:11  

Rebelde: Afortunado tú. Yo tengo miedo a algunas otras cosas.

Zayi: Un mal compañero de viaje, ciertamente.

Traste: Es posible. No le he dado nombre para que cada cual vea el suyo.

Muchos besos, chicos.

Anónimo ,  22 de noviembre de 2009, 19:39  

Muy bueno. Es que en el fondo es así, el miedo es como un monstruo que te abraza y se va fundiendo contigo o como en los cuadros de Fuseli, algo que nos va rodeando y fundiéndose con nosotros.

Saludos.

Fidji 23 de noviembre de 2009, 14:43  

Hola Candela!

Buen relato, y una frase notable "Cuando conoces a tus demonios, no te libras de ellos"

Un beso

Fidji

Mimí- Ana Rico 24 de noviembre de 2009, 16:59  

Bueno, muy bueno, y si le sumas la aportación de Euforia más.

Desde los mares de Extremadura, un abrazo, más cálido que el de la esquina, jeje.

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Mi mejor regalo, tus palabras.

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